Parece mentira que el viejo grito de guerra de nuestra infancia aún sirva para provocar una carrera en tropel en donde hasta las niñas corren... para "no ser vieja".1 Saco a colación esta eficaz consigna como uno de los muchos ejemplos de una pedagogía de género que transcurre entre los propios niños en diversos espacios y que se niega a morir. Un ejemplo clásico de esa educación invisible, informal recibida de padres y hermanos que puede más que las frases aprendidas en las clases de educación cívica.
Agradezco la invitación y la oportunidad de estar en este espacio en donde abordaré la especificidad de la socialización de los niños buscando una perspectiva relacional tanto de los problemas como de las alternativas.
Algunas personas podrían pensar que reflexionar sobre la situación, condición y trayectoria de niños u hombres desde una perspectiva de género significa robarle tiempo, atención y posibilidades al desarrollo de las mujeres y las niñas.
Esta lógica bien puede ser aplicable en algunos problemas específicos en las relaciones de género como es el caso de la custodia de los infantes después de un divorcio. En algunos países se dan sangrientos debates, disputas y hasta robos de nin@s, por parte de cónyuges. Los derechos sexuales y, sobre todo, los reproductivos aparecen como especialmente complejos puesto que la reproducción ocurre en el cuerpo de la mujer.
Sin embargo, al hablar de los derechos de las personas y de los efectos de los procesos de socialización estereotipados es posible vislumbrar situaciones en los que las ganancias de hombres y mujeres no sólo no entran en conflicto, sino en un proceso de enriquecimiento simultáneo. Habrá otros casos en que ciertas "pérdidas" de poder para los hombres sean compensadas por ventajas, en el terreno de lo emocional o de la salud.
A lo que voy es a una concepción relacional en el campo de la educación, la socialización y la lucha por los derechos que lleve a mayores niveles de equidad. Y esto es clave porque cuando no se establece la equidad desde la infancia luego es muy difícil, cuando no demasiado tarde.
Parto de reconocer la desventaja global e histórica de las niñas y las mujeres y de la ventaja relativa y global de los hombres. Este evento trabaja sobre una de las vetas más importantes que es el desarrollo temprano de la noción de derecho en las niñas. Esa noción (la del derecho propio y del ajeno) la debemos incorporar también en forma muy temprana los varones.
¿Qué puede ocurrir desde una mirada estereoscópica en temas/problemas como la violencia o la sexualidad? El potencial puede reconocerse cuando gran parte de las problemáticas de género tienen a hombres como protagonistas. Se trata de desarrollar estrategias que naveguen "río arriba", es decir, hacia el origen del problema.
En la experiencia de Salud y Género, con una frecuencia creciente nos buscan mujeres de organizaciones civiles y sociales para que trabajemos con sus compañeros tanto de vida como de organización. Incluso en zonas rurales llega un momento en que las feministas que trabajan con mujeres escuchan el ya clásico: "Nosotras ya sabemos y entendemos, pero... díganles a nuestros esposos".
En otros trabajos y reflexiones ya hemos compartido nuestro análisis sobre cómo las ventajas tempranas que tenemos los varones en cuanto a una mayor autonomía y ejercicio de algunos derechos, combinadas con las representaciones de lo que en México debe ser un varón, van llevando a constituir a la masculinidad en un verdadero factor de riesgo para las mujeres, para otros varones y hasta para uno mismo. Esto lo avalan las estadísticas de internos en cárceles, las tasas de homicidio, lesiones, suicidio, alcoholismo, cirrosis, violencias en el espacio familiar, violación, abuso sexual y, finalmente, nuestros casi siete años de esperanza de vida menor con respecto a las mujeres (de Keijzer, 1998).
Esto hace vislumbrar claramente la necesidad de trabajar con generaciones más jóvenes. En Salud y Género lo hemos hecho con jóvenes o adolescentes con la sensación de que estamos llegando demasiado tarde. Lo que en la adolescencia ya se está cristalizando a nivel de representaciones y prácticas de género nos lleva luego años descubrir, reflexionar y cambiarlo.
Empecemos por el principio: la escena primaria del rechazo al nacimiento de la niña en contraste con la fiesta porque nació el varoncito - hecho que lleva a pagarle más a la partera y matar gallina para que la madre se alimente bien (sin mencionar una lactancia más prolongada). Esta escena aún se ve en nuestro medio rural aunque va en repliegue en amplios sectores de las ciudades donde ya no se tiene tanta urgencia por el predomino de los varones o se buscan la "parejita". Aún así, hace unos meses en la ciudad de Durango, recogí historias de hombres de sectores medios que no van al hospital a visitar a su pareja si da luz a una mujer.
Michael Kaufmann asesora un proyecto para UNICEF en Asia donde relata que hay regiones en donde el aborto selectivo y el infanticidio son tan severos que llega a haber cinco hombres por cada mujer. Esto requiere un trabajo igual de urgente con las mujeres que con los hombres.
En la socialización temprana pesa enormemente lo que los niños y niñas ven... más que lo que se les dice. ¿Qué observan en la relación entre sus padres y entre sus hermanas y hermanos? Existen evidencias de que descubrimos las diferencias de género aún antes que las diferencias genitales. En esta lógica, las genitales vendrían a ser una especie de refrendo biológico para las diferencias socioculturales ya internalizadas.
La masculinidad, al igual que la feminidad, se conforma en lo cotidiano como una gramática que contiene una serie de reglas y limitaciones. De la misma manera en que durante la infancia incorporamos las reglas implícitas del idioma (para luego hablarlo con "naturalidad"), incorporamos las reglas y limitaciones del género. Esto claro, con los cruces y las especificidades que dan la clase, la etnia, la región y la etapa específica del ciclo de vida, entre otras variables.
En el trabajo con hombres, junto con otras instituciones, hemos impulsado una línea de trabajo en torno a la paternidad y la socialización infantil en una doble dimensión: comprender el impacto que en nuestra socialización ha producido la relación con nuestro padre y, desde ahí, reflexionar nuestra propia paternidad.
Este tema ha sido el más intenso en el trabajo con hombres y con muchas mujeres. Desde el padre ausente hasta el padre autoritario y violento, pasando por el padre afectuoso y amigo - todos dejan una huella central.
Vistos desde el otro polo, los padres actuales parecen estar más cerca de sus hijos al menos en el ámbito urbano y clasemediero. Junto con Coriac impulsamos en 1998 un concurso sin premios llamado "Cómo veo a mi papá". De los casi 500 dibujos de niños y niñas en tres ciudades resaltan las siguientes imágenes:
- el padre trabajador y proveedor. En los niños pesa más la imagen del padre poderoso e importante, ligado al poder, en el ámbito laboral
- el padre cariñoso y proveedor de esparcimiento en espacios públicos o en vacaciones
- el padre violento, el que consume alcohol y cigarro
- el padre que recuerda, manda o ayuda a hacer la tarea
- no hay un sólo padre involucrado en algún otro aspecto de la crianza o en el trabajo doméstico ... y los niñ@s tampoco lo piden o esperan o le dan importancia, sabiendo que el volumen de un trabajo con hombres va en aumento.
En la socialización pesa enormemente el juego: lo cual que incluye al juguete y con quien se juega. Veamos un ejemplo: ¿Conoce usted el comercial del niño que está jugando con una muñeca donde, de pronto, entran sus padres y lo miran con respeto? Pues, no existe.... habría que realizarlo... Lo que si conozco es a multitudes de padres (incluso progresistas) que se horrorizan ante dicha escena, con niños regañados, calificados como "candidatos" a ser homosexuales que terminan, en muchos casos, yendo a terapia psicológica. La misma escena con una mascota parece no tener mayor problema. Y nadie repara que quizás este pequeño está desarrollando su capacidad de ternura - una ternura y contacto que le pueden servir cuando sea padre o en sus diversas relaciones independientemente de su orientación sexual final.
La educación emocional
El ejemplo planteado, nos lleva en forma directa al siguiente apartado: el de la educación emocional. ¿En qué momento de la socialización dejamos de llorar y mostrar miedo los hombres? Y no es que dejemos de sentir tristeza o miedo sino que aprendemos que mostrarlo no es de hombres. Desde pequeños aprendemos a desconfiar de estos sentimientos que lo único que están haciendo es comunicar necesidades.
¿En qué momento los adultos "deciden", semiconscientemente, que el pequeño ya no debe ser abrazado porque puede convertirse en lo que socialmente se etiqueta como "maricón"? En comunidades de Morelos es alrededor de los dos años - en otros estados este convenio silencioso empieza un poco más tarde.
Parafraseando a Víctor Seidler, ¿cómo se le explica y qué siente un niño en edad escolar en el momento en que su papá deja de besarlo o ya no encuentra su mano para caminar por la calle? O puede ser el niño el que toma la iniciativa ante la presión, crítica y burla de sus pares masculinos.
Estos procesos de repliegue emocional lo perciben y relatan sobre todo las madres: "Mi hijo es muy sensible, pero ya no me lo demuestra". "Ya no me saluda de beso en público". "Esconde sus poesías y su guitarra cuando llegan sus amigos". Niños o jóvenes insertos ya, de lleno, en los rituales masculinos de socialización
Y la pregunta con consecuencias terribles para mujeres y otros hombres: ¿cómo aprendemos a transfigurar estos sentimientos en violencia? Porque el enojo en los varones sí es legítimo. La restricción del menú sentimental masculino nos lleva a una especie de desierto emocional poblado de nopales espinosos que de cuando en cuando dan una flor y una tuna.
Un trabajo de investigación realizado con Gabriela Rodríguez (Rodríguez y de Keijzer) en torno al cortejo y la sexualidad en el medio rural contrasta en forma clara el repertorio femenino y masculino para hablar de la emotividad incluso en la adolescencia. Los hombres luchan por "enamorarlas", "caerles en el corazón", hacer que ellas se enamoren. Es tan reducido su repertorio que pareciera que es más que nada una relación de poder la que establecen y no una relación de afecto y emotividad. Decimos "pareciera" porque en realidad esos jóvenes sienten más de lo que su repertorio verbal permite ver.
Todo esto apunta a la necesidad de un trabajo más subjetivo con niños y jóvenes. Pensar en el desarrollo de la "inteligencia emocional" - un espacio en el que la inteligencia y la emoción no estén separados. Inteligir: percibir, entender y comunicar en forma no violenta sus necesidades y emociones. Se piensa que sólo las mujeres necesitan talleres de autoestima o de asertividad. Nuevamente, ellas tienen una mayor facilidad para verbalizar necesidades.
La etapa escolar
En la clausura de un evento sobre masculinidad en Chile, una de las funcionarias del SERNAM (Valdés y Olavarría, 1998) compartía su reflexión en el sentido de que llevaban años en la reforma del sistema educativo hacia una perspectiva no sexista y que sólo muy recientemente descubrían que su lucha se había enfocado exclusivamente a las niñas, descubriendo una serie de contenidos sexistas dirigidos también a los niños.
Robert Connell comenta en el mismo evento como en Australia se trabaja en esta línea desde hace 20 años, promoviendo a las niñas en áreas como la ciencia y el deporte y capacitándolas para enfrentar diversas formas de hostigamiento. Este proceso ha dado cabida también al abordaje de varias necesidades específicas de los niños que no limitan la construcción de la equidad.
Víctor Seidler compartió en un seminario en el PUEG en 1997 la forma en que en Gran Bretaña ya se aborda el fenómeno de la violencia y abuso entre hombres en el espacio escolar - un problema que así empieza a dejar de ser privado. En México aún predominan las asesorías de familiares y amigos orientadas a como "partirle la maceta" al otro cuando pelea "a la salida". Jamás alguna palabra en torno a la posibilidad de negociar el conflicto, algo impensable por rallar en la cobardía. Cómo en los duelos del siglo -ahora antepasado- es mejor morir con honor que faltar a la cita.
Pero hay otros problemas específicos de los niños que también hay que entender y atender desde una perspectiva de género:
- El fenómeno de los niños de/en la calle, que en un porcentaje de alrededor del 90% son precisamente niños.
- En las adicciones, la proporción de 7 jóvenes a 1 mujer que reportan los Centros de Integración Juvenil.
- La abrumadora mayoría de varones en los Consejos Tutelares.
- La problemática no hablada de la violación (con y sin seducción) a los niños: algo que ya adquiere visibilidad en películas de gran difusión como El príncipe de las mareas o Los niños de la calle. Es algo que ocurre con una frecuencia aún no precisada en Consejos Tutelares, en instituciones militarizadas y hasta religiosas, así como entre niños de la calle.
¿Y qué con los jóvenes?
La mayoría de las lecciones de género son aprendidas en la infancia y se ven cristalizadas en la adolescencia. Muchas de ellas conducen a una expresión emocional limitada y guían conductas como la sexual. Es en estas etapas y conductas donde se puede dar la construcción social del riesgo al consolidarse una masculinidad en la cual:
- parecer es más importante que ser,
- se estimula la competencia, la temeridad y la transgresión,
- se inhiben actitudes de autocuidado,
- se fomenta la misoginia y la homofobia.
Además de esto, hay que reconocer que la misma "adolescencia" con lleva una serie de contradicciones. ¿Qué pasa con nuestra sociedades con respecto a este sector de la población? Históricamente, con el advenimiento del capitalismo se da la tendencia a retrasar la entrada al mundo adulto. Tan sólo recuérdese la existencia de la "infantería" en los ejércitos precapitalistas. Más modernamente, en ciertas sociedades y sectores sociales, se mira a la "adolescencia" como un periodo cada vez más largo en la transición entre el mundo infantil y el mundo adulto.
El joven actual, sobre todo en el ámbito urbano, encuentra situaciones contradictorias en sus diversos niveles de maduración: pasa por una pubertad (que biológicamente se hace cada vez más temprana) que lo faculta para la sexualidad y la procreación, pero es menor de edad para las drogas "legales", para conducir un auto y votar, pero quizás ya es trabajador o, por el contrario, si viene de un sector pudiente, ve su adultez social y económica retrasada hasta que termine sus estudios (la licenciatura o hasta maestría).
Contradictoriamente, en las últimas décadas los niños y jóvenes "recuperan" elementos que a los adultos nos parecen de cierta "precocidad" en ámbitos como:
- la sexualidad,
- el consumo de substancias adictivas: una buena borrachera marcaba el inicio a la adultez hace una dos generaciones - ahora marca la entrada a la adolescencia,
- la violencia (hacia otros / hacia sí mismo) - los casos de niños y jóvenes que delinquen como adultos, llevando el mundo adulto a pedir penas carcelarias a partir de los 16 años,
- la migración hacia los Estados Unidos, en busca de trabajo, es un fenómeno que convoca a contingentes crecientes de jóvenes.
En Salud y Género hemos impulsado trabajo hacia este sector de población procurando no abordar la sexualidad como se ha venido haciendo -reducida a reproducción y la prevención del sida- sino envolviéndola en una perspectiva de género, de comunicación, vida emotiva, placer y responsabilidad. Mientras la sociedad aún debate sobre las dosis de información sexual que es necesario para estos jóvenes, vemos como los del campo ven películas porno traídas por sus hermanos y tíos migrantes, mientras que los de la clase dirigente Xalapeña ven sexo por Internet.
Sin embargo, hay estudios de Mexfam y de Pronam/Unicef que indican la relativa mayor soledad del varón joven en cuanto al acceso a personas significativas que puedan darle orientación sexual. Las jóvenes también resienten las carencias de repertorio de sus compañeros escolares: "Sabemos que se quieren acercar a nosotras, pero ¿por qué lo hacen a patadas?" Y uno ve cómo molestan, quitan útiles o prendas para jugar cuando ellas ya demandan un proceso relacional distinto. En nuestra experiencia de trabajo en escuelas siempre encontramos un porcentaje importante de varones totalmente rechazante a cualquier proceso de reflexión. ¿Qué pasa si desde edades tempranas les podemos informar que la masculinidad puede ser muy diversa
Aquí es importante explorar no sólo la veta del origen de los problemas sino también de los procesos alternativos, las ventanas de oportunidad y/o los factores protectores que contribuyen a que un porcentaje considerable de jóvenes emerja con una socialización no violenta y más proclive a la equidad (Barker).
El trabajo con niños y jóvenes debe siempre de mantener una doble visión: tener en mente los problemas, pero también una perspectiva de la salud y desarrollo en positivo. Esto plantea la necesidad de empezar desde la infancia apuntalando:
- la autoestima,
- la inteligencia emocional,
- el respeto y la valoración de lo diverso,
- la capacidad de intimar.
Ante tan abrumador panorama no vemos otra posibilidad más que un amplio proceso que lleve también a los hombres de distintas edades a la reflexión de la condición propia desde una perspectiva de género, para descubrir los altos costos que la masculinidad también puede tener junto con sus privilegios. No se trata de establecer una competencia de victimizaciones sino de plantear problemas que la masculinidad hegemónica supone para los hombres con la claridad de que ciertas formas de trabajo con hombres pueden prevenir diversas consecuencias hacia las mujeres y los propios hombres, además de contribuir a constituir espacios de equidad y placer.
Como siempre, se plantea el dilema del huevo o la gallina: ¿para influir en la socialización trabajamos con los socializados o con los en vía de socialización? ¿No será un falso dilema? Podemos trabajar simultáneamente también con varias generaciones para desarrollar un trabajo relacional también a este nivel.
Los derechos de las niñas y de las mujeres se construyen obviamente en un intenso trabajo y respeto hacia ellas. Sin embargo no podemos menospreciar la necesidad y posibilidad de educar a los hombres en esta noción, confiando en que la equidad tiene también ventajas para el género masculino.
Escrito por Rubén Alejandro Vera Vazquez
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